martes, 3 de julio de 2012

La Triple Alianza. 0010 Subiendo por el Paraná



Noticias #

En tierras de América
Se embarca Ignatius
El Pampa lo lleva
Con otros bravos
A una guerra triple
A una guerra que elije
Ignatius se embarca y sube

Geográficas #

Guerra de la Triple Alianza

Suben por el Paraná, sube el barco.
Y la inercia
hace subir a los soldados,
Relucientes rechinantes corajudos.
Con corazas de lino y galones y estrellas.

Firmes suben la corriente.
La remontan.
La escalan firmes y en su sitio.
Dignos los oficiales que ofician de mascarón.

-A la proa dicen unos cuantos, y van
a mirar el río como pasa.

Curupaytí se pierde entre los esteros
como se pierde en la memoria la derrota
el mal momento.

Navegan haciendo la venia
los infantes
mientras los marinos
la sudan en labores propias del oficio
de conducir,
de navegar,
el bastión,
en paz por el rumbo incierto de la guerra.

Trunca la certeza de un destino una caldera
que al azar de un hierro mal forjado
estalla y
despliega estrellas cosidas
a un trozo de tela pegado a un cacho de carne
que antes fuera el de la venia
el de los bigotes
el de los hombros bien cuadrados
la espalda recta la bragueta abierta.
Noticias #

El vapor Aurora estalla de improviso,
caprichosamente
Y se lleva, enteros y en pedazos
a 329 hombres
de las fuerzas combinadas



Una y otra fuerza combinadas:
la fuerza que une los tejidos con los tejidos
los humores con los humores
el cuerpo con el alma.
Y la fuerza que desgarra
desde el fuego centrífugo fuego material que golpea
desde el viento caliente
que cercena con hierros voladores
en una exhibición fantástica de las leyes
de gravedad violentadas
a los ojos profanos
por el fuego divino.


Una y otra fuerza escoran el barco
y lo vacían
de destino.



Aún no comenzó la guerra y el cielo y el infierno
se reparten las bajas




El enemigo perfecto:
el que no se mata hiere o lastima.
De ese se huye, a ese se le abandona el bastión
que ya ha cedido, crujiente, calcinado.
El fuego devora la muerte y
la bala
en mi bolsa
se repliega se retrae.
Busca el olvido.
No sirve para marcar un destino.
Metal inútil
sin dones
ni palabras que le den entidad.
Una bala
sin fuego sin voluntad de ser.



Y así huyo, escapo como puedo.
Piso hollo cabezas huecas y a medias completas.
Camino como sobre el agua
incendiada de gritos y brillores.

¿Es esto una batalla?

¿Es sólo una derrota sin guerra?

Es la maldita muerte que ciega siega y siega

¿De qué lado está, de qué bando?
¿Pelea esta guerra?

¿A quién ampara?

No a mi, no a mis compañeros de bando
que saltan en fuego por la banda derecha
mientras la nave escora y vuelca
su contenido de miedo y huesos triturados y carne hervida.


Se toma una mano de mi tobillo.
¿Qué quiere?
Es una mano a punto de no ser más que escoria
recuerdo sin derechos
rescoldo de hoguera.
Me toma del tobillo, me detiene en la huída
Quiere brindar conmigo por la primer batalla
Perdida.
Quiere ser mi guía en el infierno.
Pero no estoy dispuesto.
Tengo mi bala, necesito la vida.
A falta de mandoble con que desgarrarla de mi hueso
me agacho gentil,
acaricio los dedos
los ablando
les doy confianza.
Y cuando aflojan su nudo alrededor de mí, los separo.
Los alejo y despido.

Corro, corro sobre el agua
sin mirar atrás.


Y entonces llega el humo.
Llega y se agranda y se mete entre los árboles enmarañados de la costa.
Se mete en los ojos de cientos, de miles
de mosquitos
que despegan de las aguas calientes y negras de tizón.

Y los hombres se pierden.
Y lloran por sus ojos quemados.
Y buscan a tientas algo
que no saben qué es.
Algo que parezca una salida
de este limbo de fuego
que
más allá del barco perdido se sigue extendiendo
como
un alud de desgracias.

Y entonces llega el humo.
Y la costa
se borronea y confunde.
Y los hombres
pisan mal
y de pisar así pierden el pié
y
unos sobre otros
se beben las aguas, las larvas
no nacidas aún.

Y se despiden de esta guerra sin haber peleado más
que con su propia nave
con su propia maquinaria
con su propia mala suerte.



Visiones de Ignatius #

Los Monos

El barco estallado escorado es tomado
por la corriente.
Se aleja entre fuegos y humos
de maderas telas sogas ratas
carne humana y pieles.
Se aleja gruñendo y se lamenta
el maderamen tomado por las llamas.
Y la selva
le devuelve el griterío:

Son los monos que
azorados contemplan un aquelarre
único.
Un espectáculo que la selva no podrá olvidar.
Que queda
en la leyenda de hombres y palmípedos.
Que es hablada
por unos y otros.

Y lo será hasta que la selva los silencie a todos.
Y a sus descendientes.
Hasta que la selva olvide.


También otra versión en
http://triplealianzaanexos.blogspot.com/

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